1:1 Puesto que ya muchos han tratado
de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido
ciertísimas,
1:2 tal como nos lo enseñaron
los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de
la palabra,
1:3 me ha parecido también a mí,
después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde
su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo,
1:4 para que conozcas bien la verdad
de las cosas en las cuales has sido instruido.
1:5 Hubo en los días de Herodes,
rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías;
su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet.
1:6 Ambos eran justos delante de Dios,
y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
1:7 Pero no tenían hijo, porque
Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
1:8 Aconteció que ejerciendo
Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su
clase,
1:9 conforme a la costumbre del sacerdocio,
le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del
Señor.
1:10 Y toda la multitud del pueblo estaba
fuera orando a la hora del incienso.
1:11 Y se le apareció un ángel
del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
1:12 Y se turbó Zacarías
al verle, y le sobrecogió temor.
1:13 Pero el ángel le dijo:
Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída,
y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre
Juan.
1:14 Y tendrás gozo y alegría,
y muchos se regocijarán de su nacimiento;
1:15 porque será grande delante
de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo, aun desde el vientre de su madre.
1:16 Y hará que muchos de los
hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
1:17 E irá delante de él
con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de
los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
1:18 Dijo Zacarías al ángel:
¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer
es de edad avanzada.
1:19 Respondiendo el ángel, le
dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte,
y darte estas buenas nuevas.
1:20 Y ahora quedarás mudo y no
podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto
no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
1:21 Y el pueblo estaba esperando a
Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el
santuario.
1:22 Pero cuando salió, no les
podía hablar; y comprendieron que había visto visión
en el santuario. El les hablaba por señas, y permaneció mudo.
1:23 Y cumplidos los días de su
ministerio, se fue a su casa.
1:24 Después de aquellos días
concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco
meses, diciendo:
1:25 Así ha hecho conmigo el
Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta
entre los hombres.
1:26 Al sexto mes el ángel Gabriel
fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
1:27 a una virgen desposada con un
varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre
de la virgen era María.
1:28 Y entrando el ángel en donde
ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo;
bendita tú entre las mujeres.
1:29 Mas ella, cuando le vio, se turbó
por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta.
1:30 Entonces el ángel le dijo:
María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
1:31 Y ahora, concebirás en tu
vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
1:32 Este será grande, y será
llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el
trono de David su padre;
1:33 y reinará sobre la casa de
Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
1:34 Entonces María dijo al
ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón.
1:35 Respondiendo el ángel, le
dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también
el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
1:36 Y he aquí tu parienta Elisabet,
ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes
para ella, la que llamaban estéril;
1:37 porque nada hay imposible para Dios.
1:38 Entonces María dijo: He
aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a
tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
1:39 En aquellos días,
levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una
ciudad de Judá;
1:40 y entró en casa de
Zacarías, y saludó a Elisabet.
1:41 Y aconteció que cuando oyó
Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en
su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
1:42 y exclamó a gran voz, y dijo:
Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
1:43 ¿Por qué se me concede
esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
1:44 Porque tan pronto como llegó
la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó
de alegría en mi vientre.
1:45 Y bienaventurada la que creyó,
porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.
1:46 Entonces María dijo:
1:56 Y se quedó María con
ella como tres meses; después se volvió a su casa.
1:57 Cuando a Elisabet se le cumplió
el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo.
1:58 Y cuando oyeron los vecinos y los
parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia,
se regocijaron con ella.
1:59 Aconteció que al octavo día
vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de
su padre, Zacarías;
1:60 pero respondiendo su madre, dijo:
No; se llamará Juan.
1:61 Le dijeron: ¿Por qué?
No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
1:62 Entonces preguntaron por señas
a su padre, cómo le quería llamar.
1:63 Y pidiendo una tablilla, escribió,
diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
1:64 Al momento fue abierta su boca y
suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
1:65 Y se llenaron de temor todos sus
vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas
cosas.
1:66 Y todos los que las oían
las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues,
será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
1:67 Y Zacarías su padre fue lleno
del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
1:80 Y el niño crecía,
y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos
hasta el día de su manifestación a Israel.
2:1 Aconteció en aquellos días,
que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo
el mundo fuese empadronado.
2:2 Este primer censo se hizo siendo
Cirenio gobernador de Siria.
2:3 E iban todos para ser empadronados,
cada uno a su ciudad.
2:4 Y José subió de Galilea,
de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén,
por cuanto era de la casa y familia de David;
2:5 para ser empadronado con María
su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
2:6 Y aconteció que estando ellos
allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
2:7 Y dio a luz a su hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el mesón.
2:8 Había pastores en la misma
región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su
rebaño.
2:9 Y he aquí, se les presentó
un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó
de resplandor; y tuvieron gran temor.
2:10 Pero el ángel les dijo: No
temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será
para todo el pueblo:
2:11 que os ha nacido hoy, en la ciudad
de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
2:12 Esto os servirá de señal:
Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un
pesebre.
2:13 Y repentinamente apareció
con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan
a Dios, y decían:
2:15 Sucedió que cuando los
ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos
a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido,
y que el Señor nos ha manifestado.
2:16 Vinieron, pues, apresuradamente,
y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el
pesebre.
2:17 Y al verlo, dieron a conocer lo
que se les había dicho acerca del niño.
2:18 Y todos los que oyeron, se maravillaron
de lo que los pastores les decían.
2:19 Pero María guardaba todas
estas cosas, meditándolas en su corazón.
2:20 Y volvieron los pastores glorificando
y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto,
como se les había dicho.
2:21 Cumplidos los ocho días para
circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual
le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.
2:22 Y cuando se cumplieron los días
de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le
trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
2:23 (como está escrito en la
ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será
llamado santo al Señor),
2:24 y para ofrecer conforme a lo que
se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
2:25 Y he aquí había en
Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y
piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo
estaba sobre él.
2:26 Y le había sido revelado
por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese
al Ungido del Señor.
2:27 Y movido por el Espíritu,
vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron
al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
2:28 él le tomó en sus
brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
2:33 Y José y su madre estaban
maravillados de todo lo que se decía de él.
2:34 Y los bendijo Simeón, y dijo
a su madre María: He aquí, éste está puesto para
caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal
que será contradicha
2:35 (y una espada traspasará
tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
2:36 Estaba también allí
Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada,
pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
2:37 y era viuda hacía ochenta
y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de
día con ayunos y oraciones.
2:38 Esta, presentándose en la
misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que
esperaban la redención en Jerusalén.
2:39 Después de haber cumplido
con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a
su ciudad de Nazaret.
2:40 Y el niño crecía y
se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios
era sobre él.
2:41 Iban sus padres todos los años
a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
2:42 y cuando tuvo doce años,
subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
2:43 Al regresar ellos, acabada la fiesta,
se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que
lo supiesen José y su madre.
2:44 Y pensando que estaba entre la
compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban
entre los parientes y los conocidos;
2:45 pero como no le hallaron, volvieron
a Jerusalén buscándole.
2:46 Y aconteció que tres días
después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores
de la ley, oyéndoles y preguntándoles.
2:47 Y todos los que le oían,
se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
2:48 Cuando le vieron, se sorprendieron;
y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así?
He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
2:49 Entonces él les dijo: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi
Padre me es necesario estar?
2:50 Mas ellos no entendieron las palabras
que les habló.
2:51 Y descendió con ellos, y
volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas
estas cosas en su corazón.
2:52 Y Jesús crecía en
sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.
3:1 En el año decimoquinto del
imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato,
y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de
la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
3:2 y siendo sumos sacerdotes Anás
y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en
el desierto.
3:3 Y él fue por toda la región
contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para
perdón de pecados,
3:4 como está escrito en el libro
de las palabras del profeta Isaías, que dice:
3:21 Aconteció que cuando todo
el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando,
el cielo se abrió,
3:22 y descendió el Espíritu
Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del
cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
3:23 Jesús mismo al comenzar su
ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía,
de José, hijo de Elí,
3:24 hijo de Matat, hijo de Leví,
hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,
3:25 hijo de Matatías, hijo de
Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,
3:26 hijo de Maat, hijo de Matatías,
hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,
3:27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo
de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,
3:28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo
de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,
3:29 hijo de Josué, hijo de Eliezer,
hijo de Jorim, hijo de Matat,
3:30 hijo de Leví, hijo de
Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán,
hijo de Eliaquim,
3:31 hijo de Melea, hijo de Mainán,
hijo de Matata, hijo de Natán,
3:32 hijo de David, hijo de Isaí,
hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,
3:33 hijo de Aminadab, hijo de Aram,
hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,
3:34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo
de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,
3:35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo
de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,
3:36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad,
hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,
3:37 hijo de Matusalén, hijo de
Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,
3:38 hijo de Enós, hijo de Set,
hijo de Adán, hijo de Dios.
4:1 Jesús, lleno del Espíritu
Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu
al desierto
4:2 por cuarenta días, y era tentado
por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los
cuales, tuvo hambre.
4:3 Entonces el diablo le dijo: Si eres
Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan.
4:4 Jesús, respondiéndole,
dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra de Dios.
4:5 Y le llevó el diablo a un
alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.
4:6 Y le dijo el diablo: A ti te daré
toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido
entregada, y a quien quiero la doy.
4:7 Si tú postrado me adorares,
todos serán tuyos.
4:8 Respondiendo Jesús, le dijo:
Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
4:9 Y le llevó a Jerusalén,
y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de
Dios, échate de aquí abajo;
4:10 porque escrito está:
4:11 y, En las manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra.
4:12 Respondiendo Jesús, le dijo:
Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
4:13 Y cuando el diablo hubo acabado
toda tentación, se apartó de él por un tiempo.
4:14 Y Jesús volvió en
el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por
toda la tierra de alrededor.
4:15 Y enseñaba en las sinagogas
de ellos, y era glorificado por todos.
4:16 Vino a Nazaret, donde se había
criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme
a su costumbre, y se levantó a leer.
4:17 Y se le dio el libro del profeta
Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba
escrito:
4:20 Y enrollando el libro, lo dio al
ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos
en él.
4:21 Y comenzó a decirles: Hoy
se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
4:22 Y todos daban buen testimonio de
él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían
de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?
4:23 El les dijo: Sin duda me diréis
este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas
que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también
aquí en tu tierra.
4:24 Y añadió: De cierto
os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
4:25 Y en verdad os digo que muchas viudas
había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo
fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en
toda la tierra;
4:26 pero a ninguna de ellas fue enviado
Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
4:27 Y muchos leprosos había en
Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado,
sino Naamán el sirio.
4:28 Al oír estas cosas, todos
en la sinagoga se llenaron de ira;
4:29 y levantándose, le echaron
fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual
estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.
4:30 Mas él pasó por en
medio de ellos, y se fue.
4:31 Descendió Jesús a
Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de
reposo.
4:32 Y se admiraban de su doctrina, porque
su palabra era con autoridad.
4:33 Estaba en la sinagoga un hombre
que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó
a gran voz,
4:34 diciendo: Déjanos;
¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido
para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
4:35 Y Jesús le reprendió,
diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio,
derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le
hizo daño alguno.
4:36 Y estaban todos maravillados, y
hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con
autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
4:37 Y su fama se difundía por
todos los lugares de los contornos.
4:38 Entonces Jesús se levantó
y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La
suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella.
4:39 E inclinándose hacia ella,
reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose
ella al instante, les servía.
4:40 Al ponerse el sol, todos los que
tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él;
y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.
4:41 También salían demonios
de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él
los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él
era el Cristo.
4:42 Cuando ya era de día, salió
y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba,
le detenían para que no se fuera de ellos.
4:43 Pero él les dijo: Es necesario
que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios;
porque para esto he sido enviado.
4:44 Y predicaba en las sinagogas de
Galilea.
5:1 Aconteció que estando Jesús
junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él
para oír la palabra de Dios.
5:2 Y vio dos barcas que estaban cerca
de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban
sus redes.
5:3 Y entrando en una de aquellas barcas,
la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un
poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
5:4 Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5:5 Respondiendo Simón, le dijo:
Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas
en tu palabra echaré la red.
5:6 Y habiéndolo hecho, encerraron
gran cantidad de peces, y su red se rompía.
5:7 Entonces hicieron señas a
los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a
ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se
hundían.
5:8 Viendo esto Simón Pedro,
cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí,
Señor, porque soy hombre pecador.
5:9 Porque por la pesca que habían
hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que
estaban con él,
5:10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos
de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús
dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
5:11 Y cuando trajeron a tierra las barcas,
dejándolo todo, le siguieron.
5:12 Sucedió que estando él
en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual,
viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó,
diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
5:13 Entonces, extendiendo él
la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante
la lepra se fue de él.
5:14 Y él le mandó que
no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y
ofrece por tu purificación, según mandó Moisés,
para testimonio a ellos.
5:15 Pero su fama se extendía
más y más; y se reunía mucha gente para oírle,
y para que les sanase de sus enfermedades.
5:16 Mas él se apartaba a lugares
desiertos, y oraba.
5:17 Aconteció un día,
que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y
doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de
Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba
con él para sanar.
5:18 Y sucedió que unos hombres
que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico,
procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
5:19 Pero no hallando cómo hacerlo
a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron
con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
5:20 Al ver él la fe de ellos,
le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
5:21 Entonces los escribas y los fariseos
comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla
blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
5:22 Jesús entonces, conociendo
los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis
en vuestros corazones?
5:23 ¿Qué es más
fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate
y anda?
5:24 Pues para que sepáis que
el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo
al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete
a tu casa.
5:25 Al instante, levantándose
en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue
a su casa, glorificando a Dios.
5:26 Y todos, sobrecogidos de asombro,
glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto
maravillas.
5:27 Después de estas cosas
salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco
de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.
5:28 Y dejándolo todo, se
levantó y le siguió.
5:29 Y Leví le hizo gran banquete
en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de
otros que estaban a la mesa con ellos.
5:30 Y los escribas y los fariseos murmuraban
contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis
y bebéis con publicanos y pecadores?
5:31 Respondiendo Jesús, les dijo:
Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos.
5:32 No he venido a llamar a justos,
sino a pecadores al arrepentimiento.
5:33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por
qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones,
y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?
5:34 El les dijo: ¿Podéis
acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el
esposo está con ellos?
5:35 Mas vendrán días cuando
el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días
ayunarán.
5:36 Les dijo también una
parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un
vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el
remiendo sacado de él no armoniza con el viejo.
5:37 Y nadie echa vino nuevo en odres
viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se
derramará, y los odres se perderán.
5:38 Mas el vino nuevo en odres nuevos
se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.
5:39 Y ninguno que beba del añejo,
quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.
6:1 Aconteció en un día
de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus discípulos
arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.
6:2 Y algunos de los fariseos les dijeron:
¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los
días de reposo?
6:3 Respondiendo Jesús, les dijo:
¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo
hambre él, y los que con él estaban;
6:4 cómo entró en la casa
de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales
no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió,
y dio también a los que estaban con él?
6:5 Y les decía: El Hijo del Hombre
es Señor aun del día de reposo.
6:6 Aconteció también en
otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y
enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la
mano derecha.
6:7 Y le acechaban los escribas y los
fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin
de hallar de qué acusarle.
6:8 Mas él conocía los
pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca:
Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se
puso en pie.
6:9 Entonces Jesús les dijo: Os
preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo
hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla?
6:10 Y mirándolos a todos alrededor,
dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano
fue restaurada.
6:11 Y ellos se llenaron de furor, y
hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
6:12 En aquellos días él
fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
6:13 Y cuando era de día, llamó
a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales
también llamó apóstoles:
6:14 a Simón, a quien también
llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y
Bartolomé,
6:15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo
de Alfeo, Simón llamado Zelote,
6:16 Judas hermano de Jacobo, y Judas
Iscariote, que llegó a ser el traidor.
6:17 Y descendió con ellos, y
se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos
y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la
costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle,
y para ser sanados de sus enfermedades;
6:18 y los que habían sido
atormentados de espíritus inmundos eran sanados.
6:19 Y toda la gente procuraba tocarle,
porque poder salía de él y sanaba a todos.
6:20 Y alzando los ojos hacia sus
discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque
vuestro es el reino de Dios.
6:21 Bienaventurados los que ahora
tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los
que ahora lloráis, porque reiréis.
6:22 Bienaventurados seréis cuando
los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen,
y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
6:23 Gozaos en aquel día, y alegraos,
porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque
así hacían sus padres con los profetas.
6:24 Mas ¡ay de vosotros, ricos!
porque ya tenéis vuestro consuelo.
6:25 ¡Ay de vosotros, los que ahora
estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros,
los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
6:26 ¡Ay de vosotros, cuando todos
los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus
padres con los falsos profetas.
6:27 Pero a vosotros los que oís,
os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
6:28 bendecid a los que os maldicen,
y orad por los que os calumnian.
6:29 Al que te hiera en una mejilla,
preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun
la túnica le niegues.
6:30 A cualquiera que te pida, dale;
y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.
6:31 Y como queréis que hagan
los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
6:32 Porque si amáis a los que
os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores aman a los que los aman.
6:33 Y si hacéis bien a los que
os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores hacen lo mismo.
6:34 Y si prestáis a aquellos
de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir
otro tanto.
6:35 Amad, pues, a vuestros enemigos,
y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro
galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque
él es benigno para con los ingratos y malos.
6:36 Sed, pues, misericordiosos, como
también vuestro Padre es misericordioso.
6:37 No juzguéis, y no seréis
juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y
seréis perdonados.
6:38 Dad, y se os dará; medida
buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque
con la misma medida con que medís, os volverán a medir.
6:39 Y les decía una parábola:
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos
en el hoyo?
6:40 El discípulo no es superior
a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.
6:41 ¿Por qué miras la paja
que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está
en tu propio ojo?
6:42 ¿O cómo puedes decir
a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu
ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás
bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
6:43 No es buen árbol el que da
malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.
6:44 Porque cada árbol se conoce
por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas
se vendimian uvas.
6:45 El hombre bueno, del buen tesoro
de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su
corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla
la boca.
6:46 ¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
6:47 Todo aquel que viene a mí,
y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
6:48 Semejante es al hombre que al edificar
una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca;
y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu
contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la
roca.
6:49 Mas el que oyó y no hizo,
semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento;
contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó,
y fue grande la ruina de aquella casa.
7:1 Después que hubo terminado
todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.
7:2 Y el siervo de un centurión,
a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
7:3 Cuando el centurión oyó
hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos,
rogándole que viniese y sanase a su siervo.
7:4 Y ellos vinieron a Jesús y
le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas
esto;
7:5 porque ama a nuestra nación,
y nos edificó una sinagoga.
7:6 Y Jesús fue con ellos. Pero
cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a
él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues
no soy digno de que entres bajo mi techo;
7:7 por lo que ni aun me tuve por digno
de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
7:8 Porque también yo soy hombre
puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a
éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto,
y lo hace.
7:9 Al oír esto, Jesús
se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que
le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
7:10 Y al regresar a casa los que
habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado
enfermo.
7:11 Aconteció después,
que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él
muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
7:12 Cuando llegó cerca de la
puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto,
hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella
mucha gente de la ciudad.
7:13 Y cuando el Señor la vio,
se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
7:14 Y acercándose, tocó
el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a
ti te digo, levántate.
7:15 Entonces se incorporó el
que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
7:16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban
a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios
ha visitado a su pueblo.
7:17 Y se extendió la fama de
él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
7:18 Los discípulos de Juan le
dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus
discípulos,
7:19 y los envió a Jesús,
para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o
esperaremos a otro?
7:20 Cuando, pues, los hombres vinieron
a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte:
¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
7:21 En esa misma hora sanó a
muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos
ciegos les dio la vista.
7:22 Y respondiendo Jesús, les
dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,
los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
7:23 y bienaventurado es aquel que no
halle tropiezo en mí.
7:24 Cuando se fueron los mensajeros
de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis
a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
7:25 Mas ¿qué salisteis a
ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí,
los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de
los reyes están.
7:26 Mas ¿qué salisteis a
ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
7:27 Este es de quien está escrito:
7:28 Os digo que entre los nacidos de
mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
7:29 Y todo el pueblo y los publicanos,
cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo
de Juan.
7:30 Mas los fariseos y los intérpretes
de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos,
no siendo bautizados por Juan.
7:31 Y dijo el Señor: ¿A
qué, pues, compararé los hombres de esta generación,
y a qué son semejantes?
7:32 Semejantes son a los muchachos sentados
en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no
bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
7:33 Porque vino Juan el Bautista, que
ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come
y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino,
amigo de publicanos y de pecadores.
7:35 Mas la sabiduría es justificada
por todos sus hijos.
7:36 Uno de los fariseos rogó
a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sentó a la mesa.
7:37 Entonces una mujer de la ciudad,
que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
7:38 y estando detrás de él
a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies,
y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con
el perfume.
7:39 Cuando vio esto el fariseo que le
había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta,
conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca,
que es pecadora.
7:40 Entonces respondiendo Jesús,
le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di,
Maestro.
7:41 Un acreedor tenía dos deudores:
el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
7:42 y no teniendo ellos con qué
pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le
amará más?
7:43 Respondiendo Simón, dijo:
Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo:
Rectamente has juzgado.
7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón:
¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis
pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado
con sus cabellos.
7:45 No me diste beso; mas ésta,
desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
7:46 No ungiste mi cabeza con aceite;
mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
7:47 Por lo cual te digo que sus muchos
pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se
le perdona poco, poco ama.
7:48 Y a ella le dijo: Tus pecados te
son perdonados.
7:49 Y los que estaban juntamente sentados
a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste,
que también perdona pecados?
7:50 Pero él dijo a la mujer:
Tu fe te ha salvado, vé en paz.
8:1 Aconteció después,
que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando
el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,
8:2 y algunas mujeres que habían
sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que
se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
8:3 Juana, mujer de Chuza intendente
de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
8:4 Juntándose una gran multitud,
y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
8:5 El sembrador salió a sembrar
su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y
fue hollada, y las aves del cielo la comieron.
8:6 Otra parte cayó sobre la piedra;
y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
8:7 Otra parte cayó entre espinos,
y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8:8 Y otra parte cayó en buena
tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas
cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír,
oiga.
8:9 Y sus discípulos le preguntaron,
diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
8:10 Y él dijo: A vosotros os
es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por
parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
8:11 Esta es, pues, la parábola:
La semilla es la palabra de Dios.
8:12 Y los de junto al camino son los
que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra,
para que no crean y se salven.
8:13 Los de sobre la piedra son los que
habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen
raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba
se apartan.
8:14 La que cayó entre espinos,
éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los
afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
8:15 Mas la que cayó en buena
tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen
la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
8:16 Nadie que enciende una luz la cubre
con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero
para que los que entran vean la luz.
8:17 Porque nada hay oculto, que no haya
de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir
a luz.
8:18 Mirad, pues, cómo oís;
porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene,
aun lo que piensa tener se le quitará.
8:19 Entonces su madre y sus hermanos
vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa
de la multitud.
8:20 Y se le avisó, diciendo:
Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
8:21 El entonces respondiendo, les dijo:
Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
8:22 Aconteció un día,
que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos
al otro lado del lago. Y partieron.
8:23 Pero mientras navegaban, él
se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago;
y se anegaban y peligraban.
8:24 Y vinieron a él y le despertaron,
diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él,
reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
8:25 Y les dijo: ¿Dónde
está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían
unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y
a las aguas manda, y le obedecen?
8:26 Y arribaron a la tierra de los
gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
8:27 Al llegar él a tierra, vino
a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho
tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
8:28 Este, al ver a Jesús, lanzó
un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz:
¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?
Te ruego que no me atormentes.
8:29 (Porque mandaba al espíritu
inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había
apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo
las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)
8:30 Y le preguntó Jesús,
diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque
muchos demonios habían entrado en él.
8:31 Y le rogaban que no los mandase
ir al abismo.
8:32 Había allí un hato
de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase
entrar en ellos; y les dio permiso.
8:33 Y los demonios, salidos del hombre,
entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero
al lago, y se ahogó.
8:34 Y los que apacentaban los cerdos,
cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso
en la ciudad y por los campos.
8:35 Y salieron a ver lo que había
sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían
salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su
cabal juicio; y tuvieron miedo.
8:36 Y los que lo habían visto,
les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
8:37 Entonces toda la multitud de la
región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de
ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca,
se volvió.
8:38 Y el hombre de quien habían
salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús
le despidió, diciendo:
8:39 Vuélvete a tu casa, y cuenta
cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando
por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús
con él.
8:40 Cuando volvió Jesús,
le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.
8:41 Entonces vino un varón llamado
Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies
de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
8:42 porque tenía una hija
única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras
iba, la multitud le oprimía.
8:43 Pero una mujer que padecía
de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había
gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había
podido ser curada,
8:44 se le acercó por detrás
y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su
sangre.
8:45 Entonces Jesús dijo:
¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y
los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime,
y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
8:46 Pero Jesús dijo: Alguien
me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
8:47 Entonces, cuando la mujer vio que
no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus
pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le
había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
8:48 Y él le dijo: Hija, tu fe
te ha salvado; ve en paz.
8:49 Estaba hablando aún, cuando
vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto;
no molestes más al Maestro.
8:50 Oyéndolo Jesús, le
respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
8:51 Entrando en la casa, no dejó
entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la
madre de la niña.
8:52 Y lloraban todos y hacían
lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no
está muerta, sino que duerme.
8:53 Y se burlaban de él, sabiendo
que estaba muerta.
8:54 Mas él, tomándola
de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.
8:55 Entonces su espíritu
volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó
que se le diese de comer.
8:56 Y sus padres estaban atónitos;
pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había
sucedido.
9:1 Habiendo reunido a sus doce
discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y
para sanar enfermedades.
9:2 Y los envió a predicar el
reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
9:3 Y les dijo: No toméis nada
para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis
dos túnicas.
9:4 Y en cualquier casa donde entréis,
quedad allí, y de allí salid.
9:5 Y dondequiera que no os recibieren,
salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio
contra ellos.
9:6 Y saliendo, pasaban por todas las
aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.
9:7 Herodes el tetrarca oyó de
todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque
decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
9:8 otros: Elías ha aparecido;
y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9:9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice
decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales
cosas? Y procuraba verle.
9:10 Vueltos los apóstoles, le
contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró
aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.
9:11 Y cuando la gente lo supo, le
siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de
Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
9:12 Pero el día comenzaba a declinar;
y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan
a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque
aquí estamos en lugar desierto.
9:13 El les dijo: Dadles vosotros de
comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados,
a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.
9:14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces
dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en
cincuenta.
9:15 Así lo hicieron,
haciéndolos sentar a todos.
9:16 Y tomando los cinco panes y los
dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió,
y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.
9:17 Y comieron todos, y se saciaron;
y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.
9:18 Aconteció que mientras
Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y
les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
9:19 Ellos respondieron: Unos, Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos
ha resucitado.
9:20 El les dijo: ¿Y vosotros,
quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El
Cristo de Dios.
9:21 Pero él les mandó
que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,
9:22 y diciendo: Es necesario que el
Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por
los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite
al tercer día.
9:23 Y decía a todos: Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame.
9:24 Porque todo el que quiera salvar
su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí,
éste la salvará.
9:25 Pues ¿qué aprovecha
al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?
9:26 Porque el que se avergonzare de
mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo
del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos
ángeles.
9:27 Pero os digo en verdad, que hay
algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte
hasta que vean el reino de Dios.
9:28 Aconteció como ocho días
después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo,
y subió al monte a orar.
9:29 Y entre tanto que oraba, la apariencia
de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
9:30 Y he aquí dos varones que
hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
9:31 quienes aparecieron rodeados de
gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en
Jerusalén.
9:32 Y Pedro y los que estaban con él
estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la
gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.
9:33 Y sucedió que apartándose
ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros
que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para
Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
9:34 Mientras él decía
esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en
la nube.
9:35 Y vino una voz desde la nube, que
decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.
9:36 Y cuando cesó la voz, Jesús
fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron
nada a nadie de lo que habían visto.
9:37 Al día siguiente, cuando
descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
9:38 Y he aquí, un hombre de la
multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues
es el único que tengo;
9:39 y sucede que un espíritu
le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar
espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.
9:40 Y rogué a tus discípulos
que le echasen fuera, y no pudieron.
9:41 Respondiendo Jesús, dijo:
¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo
he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.
9:42 Y mientras se acercaba el muchacho,
el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús
reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y
se lo devolvió a su padre.
9:43 Y todos se admiraban de la grandeza
de Dios.
Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a
sus discípulos:
9:44 Haced que os penetren bien en los
oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre
será entregado en manos de hombres.
9:45 Mas ellos no entendían estas
palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían
preguntarle sobre esas palabras.
9:46 Entonces entraron en discusión
sobre quién de ellos sería el mayor.
9:47 Y Jesús, percibiendo los
pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto
a sí,
9:48 y les dijo: Cualquiera que reciba
a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que
me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más
pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.
9:49 Entonces respondiendo Juan, dijo:
Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo
prohibimos, porque no sigue con nosotros.
9:50 Jesús le dijo: No se lo
prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
9:51 Cuando se cumplió el tiempo
en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro
para ir a Jerusalén.
9:52 Y envió mensajeros delante
de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos
para hacerle preparativos.
9:53 Mas no le recibieron, porque su
aspecto era como de ir a Jerusalén.
9:54 Viendo esto sus discípulos
Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda
fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
9:55 Entonces volviéndose él,
los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué
espíritu sois;
9:56 porque el Hijo del Hombre no ha
venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron
a otra aldea.
9:57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino:
Señor, te seguiré adondequiera que vayas.
9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras
tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no
tiene dónde recostar la cabeza.
9:59 Y dijo a otro: Sígueme. El
le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
9:60 Jesús le dijo: Deja que los
muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.
9:61 Entonces también dijo otro:
Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero
de los que están en mi casa.
9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno
que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios.
10:1 Después de estas cosas,
designó el Señor también a otros setenta, a quienes
envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde
él había de ir.
10:2 Y les decía: La mies a la
verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor
de la mies que envíe obreros a su mies.
10:3 Id; he aquí yo os envío
como corderos en medio de lobos.
10:4 No llevéis bolsa, ni alforja,
ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
10:5 En cualquier casa donde entréis,
primeramente decid: Paz sea a esta casa.
10:6 Y si hubiere allí algún
hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se
volverá a vosotros.
10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo
y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os
paséis de casa en casa.
10:8 En cualquier ciudad donde entréis,
y os reciban, comed lo que os pongan delante;
10:9 y sanad a los enfermos que en ella
haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10:10 Mas en cualquier ciudad donde
entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:
10:11 Aun el polvo de vuestra ciudad,
que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto
sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
10:12 Y os digo que en aquel día
será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella
ciudad.
10:13 ¡Ay de ti, Corazín!
¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho
los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio
y ceniza, se habrían arrepentido.
10:14 Por tanto, en el juicio será
más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.
10:15 Y tú, Capernaum, que hasta
los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.
10:16 El que a vosotros oye, a mí
me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me
desecha a mí, desecha al que me envió.
10:17 Volvieron los setenta con gozo,
diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
10:18 Y les dijo: Yo veía a
Satanás caer del cielo como un rayo.
10:19 He aquí os doy potestad
de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada
os dañará.
10:20 Pero no os regocijéis de
que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres
están escritos en los cielos.
10:21 En aquella misma hora Jesús
se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los
sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre,
porque así te agradó.
10:22 Todas las cosas me fueron entregadas
por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni
quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera
revelar.
10:23 Y volviéndose a los
discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que
vosotros veis;
10:24 porque os digo que muchos profetas
y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo
que oís, y no lo oyeron.
10:25 Y he aquí un intérprete
de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo
qué cosa heredaré la vida eterna?
10:26 El le dijo: ¿Qué está
escrito en la ley? ¿Cómo lees?
10:27 Aquél, respondiendo, dijo:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo
como a ti mismo.
10:28 Y le dijo: Bien has respondido;
haz esto, y vivirás.
10:29 Pero él, queriendo justificarse
a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
10:30 Respondiendo Jesús, dijo:
Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó
en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron,
dejándole medio muerto.
10:31 Aconteció que descendió
un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
10:32 Asimismo un levita, llegando cerca
de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
10:33 Pero un samaritano, que iba de
camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
10:34 y acercándose, vendó
sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su
cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
10:35 Otro día al partir, sacó
dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo
lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
10:36 ¿Quién, pues, de estos
tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de
los ladrones?
10:37 El dijo: El que usó de
misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú
lo mismo.
10:38 Aconteció que yendo de camino,
entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en
su casa.
10:39 Esta tenía una hermana que
se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús,
oía su palabra.
10:40 Pero Marta se preocupaba con muchos
quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado
que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
10:41 Respondiendo Jesús, le dijo:
Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
10:42 Pero sólo una cosa es necesaria;
y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
11:1 Aconteció que estaba Jesús
orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos
le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también
Juan enseñó a sus discípulos.
11:2 Y les dijo: Cuando oréis,
decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra.
11:3 El pan nuestro de cada día,
dánoslo hoy.
11:4 Y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no
nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
11:5 Les dijo también:
¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche
y le dice: Amigo, préstame tres panes,
11:6 porque un amigo mío ha venido
a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;
11:7 y aquél, respondiendo desde
adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis
niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?
11:8 Os digo, que aunque no se levante
a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se
levantará y le dará todo lo que necesite.
11:9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
11:10 Porque todo aquel que pide, recibe;
y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11:11 ¿Qué padre de vosotros,
si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en
lugar de pescado, le dará una serpiente?
11:12 ¿O si le pide un huevo, le
dará un escorpión?
11:13 Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo pidan?
11:14 Estaba Jesús echando fuera
un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo
habló; y la gente se maravilló.
11:15 Pero algunos de ellos decían:
Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
11:16 Otros, para tentarle, le pedían
señal del cielo.
11:17 Mas él, conociendo los
pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo,
es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
11:18 Y si también Satanás
está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá
su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios.
11:19 Pues si yo echo fuera los demonios
por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por
tanto, ellos serán vuestros jueces.
11:20 Mas si por el dedo de Dios echo
yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
11:21 Cuando el hombre fuerte armado
guarda su palacio, en paz está lo que posee.
11:22 Pero cuando viene otro más
fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba,
y reparte el botín.
11:23 El que no es conmigo, contra mí
es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
11:24 Cuando el espíritu inmundo
sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo,
dice: Volveré a mi casa de donde salí.
11:25 Y cuando llega, la halla barrida
y adornada.
11:26 Entonces va, y toma otros siete
espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el
postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
11:27 Mientras él decía
estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo:
Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.
11:28 Y él dijo: Antes bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
11:29 Y apiñándose las
multitudes, comenzó a decir: Esta generación es mala; demanda
señal, pero señal no le será dada, sino la señal
de Jonás.
11:30 Porque así como Jonás
fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del
Hombre a esta generación.
11:31 La reina del Sur se levantará
en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará;
porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría
de Salomón, y he aquí más que Salomón en este
lugar.
11:32 Los hombres de Nínive se
levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán;
porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí
más que Jonás en este lugar.
11:33 Nadie pone en oculto la luz encendida,
ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la
luz.
11:34 La lámpara del cuerpo es
el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está
lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está
en tinieblas.
11:35 Mira pues, no suceda que la luz
que en ti hay, sea tinieblas.
11:36 Así que, si todo tu cuerpo
está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será
todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.
11:37 Luego que hubo hablado, le rogó
un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa,
se sentó a la mesa.
11:38 El fariseo, cuando lo vio, se
extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
11:39 Pero el Señor le dijo: Ahora
bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato,
pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
11:40 Necios, ¿el que hizo lo de
fuera, no hizo también lo de adentro?
11:41 Pero dad limosna de lo que
tenéis, y entonces todo os será limpio.
11:42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos!
que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis
por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin
dejar aquello.
11:43 ¡Ay de vosotros, fariseos!
que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones
en las plazas.
11:44 ¡Ay de vosotros, escribas
y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los
hombres que andan encima no lo saben.
11:45 Respondiendo uno de los
intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también
nos afrentas a nosotros.
11:46 Y él dijo: ¡Ay de vosotros
también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los
hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo
las tocáis.
11:47 ¡Ay de vosotros, que
edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros
padres!
11:48 De modo que sois testigos y
consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos
los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.
11:49 Por eso la sabiduría de
Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles;
y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,
11:50 para que se demande de esta
generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde
la fundación del mundo,
11:51 desde la sangre de Abel hasta la
sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí,
os digo que será demandada de esta generación.
11:52 ¡Ay de vosotros, intérpretes
de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros
mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
11:53 Diciéndoles él estas
cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera,
y a provocarle a que hablase de muchas cosas;
11:54 acechándole, y procurando
cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
12:1 En esto, juntándose por millares
la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir
a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos,
que es la hipocresía.
12:2 Porque nada hay encubierto, que
no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.
12:3 Por tanto, todo lo que habéis
dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado
al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.
12:4 Mas os digo, amigos míos:
No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más
pueden hacer.
12:5 Pero os enseñaré a
quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber
quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo,
a éste temed.
12:6 ¿No se venden cinco pajarillos
por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de
Dios.
12:7 Pues aun los cabellos de vuestra
cabeza están todos contados. No temáis, pues; más
valéis vosotros que muchos pajarillos.
12:8 Os digo que todo aquel que me confesare
delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará
delante de los ángeles de Dios;
12:9 mas el que me negare delante de
los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
12:10 A todo aquel que dijere alguna
palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que
blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
12:11 Cuando os trajeren a las sinagogas,
y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo
o qué habréis de responder, o qué habréis de
decir;
12:12 porque el Espíritu Santo
os enseñará en la misma hora lo que debáis decir.
12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro,
di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
12:14 Mas él le dijo: Hombre,
¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
12:15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de
toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de
los bienes que posee.
12:16 También les refirió
una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había
producido mucho.
12:17 Y él pensaba dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar
mis frutos?
12:18 Y dijo: Esto haré:
derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí
guardaré todos mis frutos y mis bienes;
12:19 y diré a mi alma: Alma,
muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate,
come, bebe, regocíjate.
12:20 Pero Dios le dijo: Necio, esta
noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién
será?
12:21 Así es el que hace para
sí tesoro, y no es rico para con Dios.
12:22 Dijo luego a sus discípulos:
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué
comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
12:23 La vida es más que la comida,
y el cuerpo que el vestido.
12:24 Considerad los cuervos, que ni
siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta.
¿No valéis vosotros mucho más que las aves?
12:25 ¿Y quién de vosotros
podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?
12:26 Pues si no podéis ni aun
lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
12:27 Considerad los lirios, cómo
crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con
toda su gloria se vistió como uno de ellos.
12:28 Y si así viste Dios la hierba
que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno,
¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
12:29 Vosotros, pues, no os preocupéis
por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber,
ni estéis en ansiosa inquietud.
12:30 Porque todas estas cosas buscan
las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad
de estas cosas.
12:31 Mas buscad el reino de Dios, y
todas estas cosas os serán añadidas.
12:32 No temáis, manada pequeña,
porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
12:33 Vended lo que poseéis, y
dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que
no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
12:34 Porque donde está vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón.
12:35 Estén ceñidos vuestros
lomos, y vuestras lámparas encendidas;
12:36 y vosotros sed semejantes a hombres
que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando
llegue y llame, le abran en seguida.
12:37 Bienaventurados aquellos siervos
a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo
que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y
vendrá a servirles.
12:38 Y aunque venga a la segunda vigilia,
y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, bienaventurados
son aquellos siervos.
12:39 Pero sabed esto, que si supiese
el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir,
velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
12:40 Vosotros, pues, también,
estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre
vendrá.
12:41 Entonces Pedro le dijo: Señor,
¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
12:42 Y dijo el Señor:
¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor
pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?
12:43 Bienaventurado aquel siervo al
cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
12:44 En verdad os digo que le pondrá
sobre todos sus bienes.
12:45 Mas si aquel siervo dijere en su
corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los
criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,
12:46 vendrá el señor de
aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no
sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.
12:47 Aquel siervo que conociendo la
voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su
voluntad, recibirá muchos azotes.
12:48 Mas el que sin conocerla hizo cosas
dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se
haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya
confiado, más se le pedirá.
12:49 Fuego vine a echar en la tierra;
¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
12:50 De un bautismo tengo que ser bautizado;
y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
12:51 ¿Pensáis que he venido
para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
12:52 Porque de aquí en adelante,
cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra
tres.
12:53 Estará dividido el padre
contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la
hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
12:54 Decía también a la
multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís:
Agua viene; y así sucede.
12:55 Y cuando sopla el viento del sur,
decís: Hará calor; y lo hace.
12:56 ¡Hipócritas! Sabéis
distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no
distinguís este tiempo?
12:57 ¿Y por qué no juzgáis
por vosotros mismos lo que es justo?
12:58 Cuando vayas al magistrado con
tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que
te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te
meta en la cárcel.
12:59 Te digo que no saldrás de
allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca.
13:1 En este mismo tiempo estaban allí
algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había
mezclado con los sacrificios de ellos.
13:2 Respondiendo Jesús, les dijo:
¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran
más pecadores que todos los galileos?
13:3 Os digo: No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente.
13:4 O aquellos dieciocho sobre los cuales
cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que todos los hombres que habitan en
Jerusalén?
13:5 Os digo: No; antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente.
13:6 Dijo también esta parábola:
Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar
fruto en ella, y no lo halló.
13:7 Y dijo al viñador: He aquí,
hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo;
córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
13:8 El entonces, respondiendo, le dijo:
Señor, déjala todavía este año, hasta que yo
cave alrededor de ella, y la abone.
13:9 Y si diere fruto, bien; y si no,
la cortarás después.
13:10 Enseñaba Jesús en
una sinagoga en el día de reposo;
13:11 y había allí una
mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu
de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.
13:12 Cuando Jesús la vio, la
llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
13:13 Y puso las manos sobre ella; y
ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios.
13:14 Pero el principal de la sinagoga,
enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo
a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos,
pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo.
13:15 Entonces el Señor le
respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no
desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva
a beber?
13:16 Y a esta hija de Abraham, que
Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le
debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?
13:17 Al decir él estas cosas,
se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba
por todas las cosas gloriosas hechas por él.
13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante
el reino de Dios, y con qué lo compararé?
13:19 Es semejante al grano de mostaza,
que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció,
y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
13:20 Y volvió a decir: ¿A
qué compararé el reino de Dios?
13:21 Es semejante a la levadura, que
una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta
que todo hubo fermentado.
13:22 Pasaba Jesús por ciudades
y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
13:23 Y alguien le dijo: Señor,
¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
13:24 Esforzaos a entrar por la puerta
angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
13:25 Después que el padre de
familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis
a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos,
él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
13:26 Entonces comenzaréis a decir:
Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
13:27 Pero os dirá: Os digo que
no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros,
hacedores de maldad.
13:28 Allí será el llanto
y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y
a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
13:29 Porque vendrán del oriente
y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el
reino de Dios.
13:30 Y he aquí hay postreros
que serán primeros, y primeros que serán postreros.
13:31 Aquel mismo día llegaron
unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes
te quiere matar.
13:32 Y les dijo: Id, y decid a aquella
zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana,
y al tercer día termino mi obra.
13:33 Sin embargo, es necesario que hoy
y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible
que un profeta muera fuera de Jerusalén.
13:34 ¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus
polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
13:35 He aquí, vuestra casa os
es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el
tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
14:1 Aconteció un día de
reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era
fariseo, éstos le acechaban.
14:2 Y he aquí estaban delante
de él un hombre hidrópico.
14:3 Entonces Jesús habló
a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es
lícito sanar en el día de reposo?
14:4 Mas ellos callaron. Y él,
tomándole, le sanó, y le despidió.
14:5 Y dirigiéndose a ellos, dijo:
¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún
pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?
14:6 Y no le podían replicar a
estas cosas.
14:7 Observando cómo escogían
los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una
parábola, diciéndoles:
14:8 Cuando fueres convidado por alguno
a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido
que tú esté convidado por él,
14:9 y viniendo el que te convidó
a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences
con vergüenza a ocupar el último lugar.
14:10 Mas cuando fueres convidado, ve
y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que
te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás
gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.
14:11 Porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.
14:12 Dijo también al que le
había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos,
ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos
a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.
14:13 Mas cuando hagas banquete, llama
a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;
14:14 y serás bienaventurado;
porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en
la resurrección de los justos.
14:15 Oyendo esto uno de los que estaban
sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan
en el reino de Dios.
14:16 Entonces Jesús le dijo:
Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
14:17 Y a la hora de la cena envió
a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
14:18 Y todos a una comenzaron a excusarse.
El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego
que me excuses.
14:19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas
de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
14:20 Y otro dijo: Acabo de casarme,
y por tanto no puedo ir.
14:21 Vuelto el siervo, hizo saber estas
cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su
siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá
a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
14:22 Y dijo el siervo: Señor,
se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
14:23 Dijo el señor al siervo:
Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para
que se llene mi casa.
14:24 Porque os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
14:25 Grandes multitudes iban con él;
y volviéndose, les dijo:
14:26 Si alguno viene a mí, y
no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas,
y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
14:27 Y el que no lleva su cruz y viene
en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
14:28 Porque ¿quién de vosotros,
queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos,
a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
14:29 No sea que después que haya
puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen
a hacer burla de él,
14:30 diciendo: Este hombre comenzó
a edificar, y no pudo acabar.
14:31 ¿O qué rey, al marchar
a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer
frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
14:32 Y si no puede, cuando el otro
está todavía lejos, le envía una embajada y le pide
condiciones de paz.
14:33 Así, pues, cualquiera de
vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
14:34 Buena es la sal; mas si la sal
se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
14:35 Ni para la tierra ni para el muladar
es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír,
oiga.
15:1 Se acercaban a Jesús todos
los publicanos y pecadores para oírle,
15:2 y los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
15:3 Entonces él les refirió
esta parábola, diciendo:
15:4 ¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve
en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
15:5 Y cuando la encuentra, la pone sobre
sus hombros gozoso;
15:6 y al llegar a casa, reúne
a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado
mi oveja que se había perdido.
15:7 Os digo que así habrá
más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa
y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
15:8 ¿O qué mujer que tiene
diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre
la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
15:9 Y cuando la encuentra, reúne
a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la
dracma que había perdido.
15:10 Así os digo que hay gozo
delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
15:11 También dijo: Un hombre
tenía dos hijos;
15:12 y el menor de ellos dijo a su padre:
Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió
los bienes.
15:13 No muchos días después,
juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada;
y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado,
vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15:15 Y fue y se arrimó a uno
de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda
para que apacentase cerdos.
15:16 Y deseaba llenar su vientre de
las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
15:17 Y volviendo en sí, dijo:
¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de
pan, y yo aquí perezco de hambre!
15:18 Me levantaré e iré
a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
15:19 Ya no soy digno de ser llamado
tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
15:20 Y levantándose, vino a su
padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a
misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
15:21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
15:22 Pero el padre dijo a sus siervos:
Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado
en sus pies.
15:23 Y traed el becerro gordo y matadlo,
y comamos y hagamos fiesta;
15:24 porque este mi hijo muerto era,
y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
15:25 Y su hijo mayor estaba en el campo;
y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música
y las danzas;
15:26 y llamando a uno de los criados,
le preguntó qué era aquello.
15:27 El le dijo: Tu hermano ha venido;
y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y
sano.
15:28 Entonces se enojó, y no
quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
15:29 Mas él, respondiendo, dijo
al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote
desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme
con mis amigos.
15:30 Pero cuando vino este tu hijo,
que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el
becerro gordo.
15:31 El entonces le dijo: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
15:32 Mas era necesario hacer fiesta
y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había
perdido, y es hallado.
16:1 Dijo también a sus
discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo,
y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.
16:2 Entonces le llamó, y le dijo:
¿Qué es esto que oigo acerca de tí? Da cuenta de tu
mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
16:3 Entonces el mayordomo dijo para
sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la
mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
16:4 Ya sé lo que haré
para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.
16:5 Y llamando a cada uno de los deudores
de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?
16:6 El dijo: Cien barriles de aceite.
Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.
16:7 Después dijo a otro: Y tú,
¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le
dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
16:8 Y alabó el amo al mayordomo
malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más
sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.
16:9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio
de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban
en las moradas eternas.
16:10 El que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto,
también en lo más es injusto.
16:11 Pues si en las riquezas injustas
no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?
16:12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles,
¿quién os dará lo que es vuestro?
16:13 Ningún siervo puede servir
a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al
otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas.
16:14 Y oían también todas
estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.
16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois
los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas
Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime,
delante de Dios es abominación.
16:16 La ley y los profetas eran hasta
Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan
por entrar en él.
16:17 Pero más fácil es
que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.
16:18 Todo el que repudia a su mujer,
y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido,
adultera.
16:19 Había un hombre rico, que
se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día
banquete con esplendidez.
16:20 Había también un
mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél,
lleno de llagas,
16:21 y ansiaba saciarse de las migajas
que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le
lamían las llagas.
16:22 Aconteció que murió
el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y
murió también el rico, y fue sepultado.
16:23 Y en el Hades alzó sus ojos,
estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
16:24 Entonces él, dando voces,
dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama.
16:25 Pero Abraham le dijo: Hijo,
acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro
también males; pero ahora éste es consolado aquí, y
tú atormentado.
16:26 Además de todo esto, una
gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los
que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá
pasar acá.
16:27 Entonces le dijo: Te ruego, pues,
padre, que le envíes a la casa de mi padre,
16:28 porque tengo cinco hermanos, para
que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar
de tormento.
16:29 Y Abraham le dijo: A Moisés
y a los profetas tienen; óiganlos.
16:30 El entonces dijo: No, padre Abraham;
pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
16:31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen
a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno
se levantare de los muertos.
17:1 Dijo Jesús a sus
discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de
aquel por quien vienen!
17:2 Mejor le fuera que se le atase al
cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a
uno de estos pequeñitos.
17:3 Mirad por vosotros mismos. Si tu
hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere,
perdónale.
17:4 Y si siete veces al día pecare
contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento;
perdónale.
17:5 Dijeron los apóstoles al
Señor: Auméntanos la fe.
17:6 Entonces el Señor dijo: Si
tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este
sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os
obedecería.
17:7 ¿Quién de vosotros,
teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo,
luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?
17:8 ¿No le dice más bien:
Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que
haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
17:9 ¿Acaso da gracias al siervo
porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
17:10 Así también vosotros,
cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos
inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
17:11 Yendo Jesús a Jerusalén,
pasaba entre Samaria y Galilea.
17:12 Y al entrar en una aldea, le salieron
al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos
17:13 y alzaron la voz, diciendo:
¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
17:14 Cuando él los vio, les dijo:
Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron
limpiados.
17:15 Entonces uno de ellos, viendo que
había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,
17:16 y se postró rostro en tierra
a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
17:17 Respondiendo Jesús, dijo:
¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde
están?
17:18 ¿No hubo quien volviese y
diese gloria a Dios sino este extranjero?
17:19 Y le dijo: Levántate, vete;
tu fe te ha salvado.
17:20 Preguntado por los fariseos,
cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió
y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,
17:21 ni dirán: Helo aquí,
o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre
vosotros.
17:22 Y dijo a sus discípulos:
Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del
Hijo del Hombre, y no lo veréis.
17:23 Y os dirán: Helo aquí,
o helo allí. No vayáis, ni los sigáis.
17:24 Porque como el relámpago
que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así
también será el Hijo del Hombre en su día.
17:25 Pero primero es necesario que padezca
mucho, y sea desechado por esta generación.
17:26 Como fue en los días de
Noé, así también será en los días del
Hijo del Hombre.
17:27 Comían, bebían, se
casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró
Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.
17:28 Asimismo como sucedió en
los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían,
plantaban, edificaban;
17:29 mas el día en que Lot
salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los
destruyó a todos.
17:30 Así será el día
en que el Hijo del Hombre se manifieste.
17:31 En aquel día, el que esté
en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en
el campo, asimismo no vuelva atrás.
17:32 Acordaos de la mujer de Lot.
17:33 Todo el que procure salvar su vida,
la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.
17:34 Os digo que en aquella noche
estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será
dejado.
17:35 Dos mujeres estarán moliendo
juntas; la una será tomada, y la otra dejada.
17:36 Dos estarán en el campo;
el uno será tomado, y el otro dejado.
17:37 Y respondiendo, le dijeron:
¿Dónde, Señor? El les dijo: Donde estuviere el cuerpo,
allí se juntarán también las águilas.
18:1 También les refirió
Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no
desmayar,
18:2 diciendo: Había en una ciudad
un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
18:3 Había también en aquella
ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia
de mi adversario.
18:4 Y él no quiso por algún
tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo
a Dios, ni tengo respeto a hombre,
18:5 sin embargo, porque esta viuda me
es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me
agote la paciencia.
18:6 Y dijo el Señor: Oíd
lo que dijo el juez injusto.
18:7 ¿Y acaso Dios no hará
justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se
tardará en responderles?
18:8 Os digo que pronto les hará
justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en
la tierra?
18:9 A unos que confiaban en sí
mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta
parábola:
18:10 Dos hombres subieron al templo
a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba
consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los
otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
18:12 ayuno dos veces a la semana, doy
diezmos de todo lo que gano.
18:13 Mas el publicano, estando lejos,
no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.
18:14 Os digo que éste descendió
a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece,
será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
18:15 Traían a él los
niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les
reprendieron.
18:16 Mas Jesús, llamándolos,
dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de Dios.
18:17 De cierto os digo, que el que no
recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
18:18 Un hombre principal le preguntó,
diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna?
18:19 Jesús le dijo: ¿Por
qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
18:20 Los mandamientos sabes: No
adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás
falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
18:21 El dijo: Todo esto lo he guardado
desde mi juventud.
18:22 Jesús, oyendo esto, le dijo:
Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres,
y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
18:23 Entonces él, oyendo esto,
se puso muy triste, porque era muy rico.
18:24 Al ver Jesús que se había
entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán
en el reino de Dios los que tienen riquezas!
18:25 Porque es más fácil
pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino
de Dios.
18:26 Y los que oyeron esto dijeron:
¿Quién, pues, podrá ser salvo?
18:27 El les dijo: Lo que es imposible
para los hombres, es posible para Dios.
18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí,
nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
18:29 Y él les dijo: De cierto
os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer,
o hijos, por el reino de Dios,
18:30 que no haya de recibir mucho más
en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
18:31 Tomando Jesús a los doce,
les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán
todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.
18:32 Pues será entregado a los
gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.
18:33 Y después que le hayan azotado,
le matarán; mas al tercer día resucitará.
18:34 Pero ellos nada comprendieron de
estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo
que se les decía.
18:35 Aconteció que acercándose
Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;
18:36 y al oír a la multitud que
pasaba, preguntó qué era aquello.
18:37 Y le dijeron que pasaba Jesús
nazareno.
18:38 Entonces dio voces, diciendo:
¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
18:39 Y los que iban delante le
reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más:
¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
18:40 Jesús entonces,
deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó,
le preguntó,
18:41 diciendo: ¿Qué quieres
que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.
18:42 Jesús le dijo: Recíbela,
tu fe te ha salvado.
18:43 Y luego vio, y le seguía,
glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a
Dios.
19:1 Habiendo entrado Jesús en
Jericó, iba pasando por la ciudad.
19:2 Y sucedió que un varón
llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,
19:3 procuraba ver quién era
Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño
de estatura.
19:4 Y corriendo delante, subió
a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar
por allí.
19:5 Cuando Jesús llegó
a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa,
desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
19:6 Entonces él descendió
aprisa, y le recibió gozoso.
19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo
que había entrado a posar con un hombre pecador.
19:8 Entonces Zaqueo, puesto en pie,
dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes
doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo
cuadruplicado.
19:9 Jesús le dijo: Hoy ha venido
la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo
de Abraham.
19:10 Porque el Hijo del Hombre vino
a buscar y a salvar lo que se había perdido.
19:11 Oyendo ellos estas cosas,
prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba
cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se
manifestaría inmediatamente.
19:12 Dijo, pues: Un hombre noble se
fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.
19:13 Y llamando a diez siervos suyos,
les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.
19:14 Pero sus conciudadanos le
aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos
que éste reine sobre nosotros.
19:15 Aconteció que vuelto él,
después de recibir el reino, mandó llamar ante él a
aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo
que había negociado cada uno.
19:16 Vino el primero, diciendo: Señor,
tu mina ha ganado diez minas.
19:17 El le dijo: Está bien, buen
siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre
diez ciudades.
19:18 Vino otro, diciendo: Señor,
tu mina ha producido cinco minas.
19:19 Y también a éste
dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
19:20 Vino otro, diciendo: Señor,
aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
19:21 porque tuve miedo de ti, por cuanto
eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.
19:22 Entonces él le dijo: Mal
siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo,
que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
19:23 ¿por qué, pues, no
pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido
con los intereses?
19:24 Y dijo a los que estaban presentes:
Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.
19:25 Ellos le dijeron: Señor,
tiene diez minas.
19:26 Pues yo os digo que a todo el que
tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le
quitará.
19:27 Y también a aquellos mis
enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá,
y decapitadlos delante de mí.
19:28 Dicho esto, iba delante subiendo
a Jerusalén.
19:29 Y aconteció que llegando
cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos,
envió dos de sus discípulos,
19:30 diciendo: Id a la aldea de enfrente,
y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún
hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
19:31 Y si alguien os preguntare: ¿Por
qué lo desatáis? le responderéis así: Porque
el Señor lo necesita.
19:32 Fueron los que habían sido
enviados, y hallaron como les dijo.
19:33 Y cuando desataban el pollino,
sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
19:34 Ellos dijeron: Porque el Señor
lo necesita.
19:35 Y lo trajeron a Jesús; y
habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
19:36 Y a su paso tendían sus
mantos por el camino.
19:37 Cuando llegaban ya cerca de la
bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos,
gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas
las maravillas que habían visto,
19:38 diciendo: ¡Bendito el rey
que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las
alturas!
19:39 Entonces algunos de los fariseos
de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
19:40 El, respondiendo, les dijo: Os
digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
19:41 Y cuando llegó cerca de
la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
19:42 diciendo: ¡Oh, si también
tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu
paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
19:43 Porque vendrán días
sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te
sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
19:44 y te derribarán a tierra,
y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra,
por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
19:45 Y entrando en el templo, comenzó
a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,
19:46 diciéndoles: Escrito está:
Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva
de ladrones.
19:47 Y enseñaba cada día
en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales
del pueblo procuraban matarle.
19:48 Y no hallaban nada que pudieran
hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.
20:1 Sucedió un día, que
enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio,
llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,
20:2 y le hablaron diciendo: Dinos:
¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es
el que te ha dado esta autoridad?
20:3 Respondiendo Jesús, les dijo:
Os haré yo también una pregunta; respondedme:
20:4 El bautismo de Juan, ¿era del
cielo, o de los hombres?
20:5 Entonces ellos discutían
entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por
qué, pues, no le creísteis?
20:6 Y si decimos, de los hombres, todo
el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan
era profeta.
20:7 Y respondieron que no sabían
de dónde fuese.
20:8 Entonces Jesús les dijo:
Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.
20:9 Comenzó luego a decir al
pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la
arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
20:10 Y a su tiempo envió un siervo
a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los
labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.
20:11 Volvió a enviar otro siervo;
mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron
con las manos vacías.
20:12 Volvió a enviar un tercer
siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
20:13 Entonces el señor de la
viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo
amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán respeto.
20:14 Mas los labradores, al verle,
discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid,
matémosle, para que la heredad sea nuestra.
20:15 Y le echaron fuera de la viña,
y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de
la viña?
20:16 Vendrá y destruirá
a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron
esto, dijeron: ¡Dios nos libre!
20:17 Pero él, mirándolos,
dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito:
20:18 Todo el que cayere sobre aquella
piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le
desmenuzará.
20:19 Procuraban los principales sacerdotes
y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra
ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.
20:20 Y acechándole enviaron
espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra,
para entregarle al poder y autoridad del gobernador.
20:21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro,
sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción
de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
20:22 ¿Nos es lícito dar
tributo a César, o no?
20:23 Mas él, comprendiendo la
astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
20:24 Mostradme la moneda. ¿De
quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron:
De César.
20:25 Entonces les dijo: Pues dad a
César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
20:26 Y no pudieron sorprenderle en palabra
alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.
20:27 Llegando entonces algunos de los
saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,
20:28 diciendo: Maestro, Moisés
nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no
dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su
hermano.
20:29 Hubo, pues, siete hermanos; y el
primero tomó esposa, y murió sin hijos.
20:30 Y la tomó el segundo, el
cual también murió sin hijos.
20:31 La tomó el tercero, y así
todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.
20:32 Finalmente murió también
la mujer.
20:33 En la resurrección, pues,
¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron
por mujer?
20:34 Entonces respondiendo Jesús,
les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;
20:35 mas los que fueren tenidos por
dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos,
ni se casan, ni se dan en casamiento.
20:36 Porque no pueden ya más
morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser
hijos de la resurrección.
20:37 Pero en cuanto a que los muertos
han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje
de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac
y Dios de Jacob.
20:38 Porque Dios no es Dios de muertos,
sino de vivos, pues para él todos viven.
20:39 Respondiéndole algunos de
los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.
20:40 Y no osaron preguntarle nada más.
20:41 Entonces él les dijo:
¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
20:42 Pues el mismo David dice en el
libro de los Salmos:
20:45 Y oyéndole todo el pueblo,
dijo a sus discípulos:
20:46 Guardaos de los escribas, que gustan
de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras
sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
20:47 que devoran las casas de las viudas,
y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor
condenación.
21:1 Levantando los ojos, vio a los ricos
que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas.
21:2 Vio también a una viuda muy
pobre, que echaba allí dos blancas.
21:3 Y dijo: En verdad os digo, que esta
viuda pobre echó más que todos.
21:4 Porque todos aquéllos echaron
para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza
echó todo el sustento que tenía.
21:5 Y a unos que hablaban de que el
templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
21:6 En cuanto a estas cosas que veis,
días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra,
que no sea destruida.
21:7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro,
¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá
cuando estas cosas estén para suceder?
21:8 El entonces dijo: Mirad que no
seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis
en pos de ellos.
21:9 Y cuando oigáis de guerras
y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas
acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
21:10 Entonces les dijo: Se levantará
nación contra nación, y reino contra reino;
21:11 y habrá grandes terremotos,
y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes
señales del cielo.
21:12 Pero antes de todas estas cosas
os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a
las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes
y ante gobernadores por causa de mi nombre.
21:13 Y esto os será ocasión
para dar testimonio.
21:14 Proponed en vuestros corazones
no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa;
21:15 porque yo os daré palabra
y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos
los que se opongan.
21:16 Mas seréis entregados aun
por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán
a algunos de vosotros;
21:17 y seréis aborrecidos de
todos por causa de mi nombre.
21:18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá.
21:19 Con vuestra paciencia ganaréis
vuestras almas.
21:20 Pero cuando viereis a Jerusalén
rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha
llegado.
21:21 Entonces los que estén en
Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y
los que estén en los campos, no entren en ella.
21:22 Porque estos son días de
retribución, para que se cumplan todas las cosas que están
escritas.
21:23 Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá
gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.
21:24 Y caerán a filo de espada,
y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén
será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles
se cumplan.
21:25 Entonces habrá señales
en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las
gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
21:26 desfalleciendo los hombres por
el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en
la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
21:27 Entonces verán al Hijo del
Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
21:28 Cuando estas cosas comiencen a
suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención
está cerca.
21:29 También les dijo una
parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
21:30 Cuando ya brotan, viéndolo,
sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
21:31 Así también vosotros,
cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca
el reino de Dios.
21:32 De cierto os digo, que no pasará
esta generación hasta que todo esto acontezca.
21:33 El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
21:34 Mirad también por vosotros
mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez
y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
21:35 Porque como un lazo vendrá
sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
21:36 Velad, pues, en todo tiempo orando
que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
21:37 Y enseñaba de día
en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de
los Olivos.
21:38 Y todo el pueblo venía a
él por la mañana, para oírle en el templo.
22:1 Estaba cerca la fiesta de los panes
sin levadura, que se llama la pascua.
22:2 Y los principales sacerdotes y los
escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
22:3 Y entró Satanás en
Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los
doce;
22:4 y éste fue y habló
con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo
se lo entregaría.
22:5 Ellos se alegraron, y convinieron
en darle dinero.
22:6 Y él se comprometió,
y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
22:7 Llegó el día de los
panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la
pascua.
22:8 Y Jesús envió a Pedro
y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
22:9 Ellos le dijeron: ¿Dónde
quieres que la preparemos?
22:10 El les dijo: He aquí, al
entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un
cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare,
22:11 y decid al padre de familia de
esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento
donde he de comer la pascua con mis discípulos?
22:12 Entonces él os mostrará
un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
22:13 Fueron, pues, y hallaron como les
había dicho; y prepararon la pascua.
22:14 Cuando era la hora, se sentó
a la mesa, y con él los apóstoles.
22:15 Y les dijo: ¡Cuánto
he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
22:16 Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
22:17 Y habiendo tomado la copa, dio
gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
22:18 porque os digo que no beberé
más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
22:19 Y tomó el pan y dio gracias,
y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros
es dado; haced esto en memoria de mí.
22:20 De igual manera, después
que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre, que por vosotros se derrama.
22:21 Mas he aquí, la mano del
que me entrega está conmigo en la mesa.
22:22 A la verdad el Hijo del Hombre
va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre
por quien es entregado!
22:23 Entonces ellos comenzaron a discutir
entre sí, quién de ellos sería el que había de
hacer esto.
22:24 Hubo también entre ellos
una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
22:25 Pero él les dijo: Los reyes
de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen
autoridad son llamados bienhechores;
22:26 mas no así vosotros, sino
sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como
el que sirve.
22:27 Porque, ¿cuál es mayor,
el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta
a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.
22:28 Pero vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis pruebas.
22:29 Yo, pues, os asigno un reino, como
mi Padre me lo asignó a mí,
22:30 para que comáis y bebáis
a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce
tribus de Israel.
22:31 Dijo también el Señor:
Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para
zarandearos como a trigo;
22:32 pero yo he rogado por ti, que tu
fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
22:33 El le dijo: Señor, dispuesto
estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también
a la muerte.
22:34 Y él le dijo: Pedro, te
digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres
veces que me conoces.
22:35 Y a ellos dijo: Cuando os envié
sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos
dijeron: Nada.
22:36 Y les dijo: Pues ahora, el que
tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene
espada, venda su capa y compre una.
22:37 Porque os digo que es necesario
que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito:
Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí,
tiene cumplimiento.
22:38 Entonces ellos dijeron: Señor,
aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.
22:39 Y saliendo, se fue, como solía,
al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
22:40 Cuando llegó a aquel lugar,
les dijo: Orad que no entréis en tentación.
22:41 Y él se apartó de
ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa
de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
22:43 Y se le apareció un ángel
del cielo para fortalecerle.
22:44 Y estando en agonía, oraba
más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que
caían hasta la tierra.
22:45 Cuando se levantó de la
oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo
a causa de la tristeza;
22:46 y les dijo: ¿Por qué
dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.
22:47 Mientras él aún hablaba,
se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce,
iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.
22:48 Entonces Jesús le dijo:
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
22:49 Viendo los que estaban con él
lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos
a espada?
22:50 Y uno de ellos hirió a un
siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
22:51 Entonces respondiendo Jesús,
dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
22:52 Y Jesús dijo a los principales
sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que
habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón
habéis salido con espadas y palos?
22:53 Habiendo estado con vosotros cada
día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas
esta es vuestra hora, y la potestad de la tinieblas.
22:54 Y prendiéndole, le llevaron,
y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
22:55 Y habiendo ellos encendido fuego
en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también
entre ellos.
22:56 Pero una criada, al verle sentado
al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste
estaba con él.
22:57 Pero él lo negó,
diciendo: Mujer, no lo conozco.
22:58 Un poco después, viéndole
otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre,
no lo soy.
22:59 Como una hora después, otro
afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con
él, porque es galileo.
22:60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé
lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el
gallo cantó.
22:61 Entonces, vuelto el Señor,
miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor,
que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres
veces.
22:62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró
amargamente.
22:63 Y los hombres que custodiaban a
Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
22:64 y vendándole los ojos, le
golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién
es el que te golpeó?
22:65 Y decían otras muchas cosas
injuriándole.
22:66 Cuando era de día, se juntaron
los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le
trajeron al concilio, diciendo:
22:67 ¿Eres tú el Cristo?
Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
22:68 y también si os preguntare,
no me responderéis, ni me soltaréis.
22:69 Pero desde ahora el Hijo del Hombre
se sentaré a la diestra del poder de Dios.
22:70 Dijeron todos: ¿Luego eres
tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que
lo soy.
22:71 Entonces ellos dijeron:
¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos
lo hemos oído de su boca.
23:1 Levantándose entonces toda
la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.
23:2 Y comenzaron a acusarle, diciendo:
A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe
dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un
rey.
23:3 Entonces Pilato le preguntó,
diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y
respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
23:4 Y Pilato dijo a los principales
sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
23:5 Pero ellos porfiaban, diciendo:
Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea
hasta aquí.
23:6 Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea,
preguntó si el hombre era galileo.
23:7 Y al saber que era de la
jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos
días también estaba en Jerusalén.
23:8 Herodes, viendo a Jesús,
se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque
había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle
hacer alguna señal.
23:9 Y le hacía muchas preguntas,
pero él nada le respondió.
23:10 Y estaban los principales sacerdotes
y los escribas acusándole con gran vehemencia.
23:11 Entonces Herodes con sus soldados
le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa
espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.
23:12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes
aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
23:13 Entonces Pilato, convocando a los
principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
23:14 les dijo: Me habéis presentado
a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole
interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno
de aquellos de que le acusáis.
23:15 Y ni aun Herodes, porque os
remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho
este hombre.
23:16 Le soltaré, pues, después
de castigarle.
23:17 Y tenía necesidad de soltarles
uno en cada fiesta.
23:18 Mas toda la multitud dio voces
a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a
Barrabás!
23:19 Este había sido echado en
la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
23:20 Les habló otra vez Pilato,
queriendo soltar a Jesús;
23:21 pero ellos volvieron a dar voces,
diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
23:22 El les dijo por tercera vez:
¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno
de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
23:23 Mas ellos instaban a grandes voces,
pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales
sacerdotes prevalecieron.
23:24 Entonces Pilato sentenció
que se hiciese lo que ellos pedían;
23:25 y les soltó a aquel que
había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio,
a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad
de ellos.
23:26 Y llevándole, tomaron a
cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron
encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
23:27 Y le seguía gran multitud
del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación
por él.
23:28 Pero Jesús, vuelto hacia
ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí,
sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
23:29 Porque he aquí vendrán
días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y
los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
23:30 Entonces comenzarán a decir
a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
23:31 Porque si en el árbol verde
hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
23:32 Llevaban también con él
a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
23:33 Y cuando llegaron al lugar llamado
de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda.
23:34 Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí
sus vestidos, echando suertes.
23:35 Y el pueblo estaba mirando; y aun
los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó;
sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido
de Dios.
23:36 Los soldados también le
escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
23:37 y diciendo: Si tú eres el
Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
23:38 Había también sobre
él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas:
ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
23:39 Y uno de los malhechores que estaban
colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate
a ti mismo y a nosotros.
23:40 Respondiendo el otro, le
reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando
en la misma condenación?
23:41 Nosotros, a la verdad, justamente
padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste
ningún mal hizo.
23:42 Y dijo a Jesús: Acuérdate
de mí cuando vengas en tu reino.
23:43 Entonces Jesús le dijo:
De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
23:44 Cuando era como la hora sexta,
hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
23:45 Y el sol se oscureció, y
el velo del templo se rasgó por la mitad.
23:46 Entonces Jesús, clamando
a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo
dicho esto, expiró.
23:47 Cuando el centurión vio
lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente
este hombre era justo.
23:48 Y toda la multitud de los que estaban
presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido,
se volvían golpeándose el pecho.
23:49 Pero todos sus conocidos, y las
mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando
estas cosas.
23:50 Había un varón llamado
José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio,
varón bueno y justo.
23:51 Este, que también esperaba
el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos
de ellos,
23:52 fue a Pilato, y pidió el
cuerpo de Jesús.
23:53 Y quitándolo, lo envolvió
en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña,
en el cual aún no se había puesto a nadie.
23:54 Era día de la preparación,
y estaba para comenzar el día de reposo.
23:55 Y las mujeres que habían
venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el
sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
23:56 Y vueltas, prepararon especias
aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo,
conforme al mandamiento.
24:1 El primer día de la semana,
muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias
aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con
ellas.
24:2 Y hallaron removida la piedra del
sepulcro;
24:3 y entrando, no hallaron el cuerpo
del Señor Jesús.
24:4 Aconteció que estando ellas
perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con
vestiduras resplandecientes;
24:5 y como tuvieron temor, y bajaron
el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre
los muertos al que vive?
24:6 No está aquí, sino
que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún
estaba en Galilea,
24:7 diciendo: Es necesario que el Hijo
del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado,
y resucite al tercer día.
24:8 Entonces ellas se acordaron de sus
palabras,
24:9 y volviendo del sepulcro, dieron
nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.
24:10 Eran María Magdalena, y
Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes
dijeron estas cosas a los apóstoles.
24:11 Mas a ellos les parecían
locura las palabras de ellas, y no las creían.
24:12 Pero levantándose Pedro,
corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos,
y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
24:13 Y he aquí, dos de ellos
iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta
estadios de Jerusalén.
24:14 E iban hablando entre sí
de todas aquellas cosas que habían acontecido.
24:15 Sucedió que mientras hablaban
y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó,
y caminaba con ellos.
24:16 Mas los ojos de ellos estaban velados,
para que no le conociesen.
24:17 Y les dijo: ¿Qué
pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras
camináis, y por qué estáis tristes?
24:18 Respondiendo uno de ellos, que
se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero
en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido
en estos días?
24:19 Entonces él les dijo:
¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que
fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y
de todo el pueblo;
24:20 y cómo le entregaron los
principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le
crucificaron.
24:21 Pero nosotros esperábamos
que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además
de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.
24:22 Aunque también nos han asombrado
unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
24:23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron
diciendo que también habían visto visión de ángeles,
quienes dijeron que él vive.
24:24 Y fueron algunos de los nuestros
al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho,
pero a él no le vieron.
24:25 Entonces él les dijo: ¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas
han dicho!
24:26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
24:27 Y comenzando desde Moisés,
y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras
lo que de él decían.
24:28 Llegaron a la aldea adonde iban,
y él hizo como que iba más lejos.
24:29 Mas ellos le obligaron a quedarse,
diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día
ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.
24:30 Y aconteció que estando
sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió,
y les dio.
24:31 Entonces les fueron abiertos los
ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
24:32 Y se decían el uno al otro:
¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba
en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
24:33 Y levantándose en la misma
hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los
que estaban con ellos,
24:34 que decían: Ha resucitado
el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
24:35 Entonces ellos contaban las cosas
que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían
reconocido al partir el pan.
24:36 Mientras ellos aún hablaban
de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a
vosotros.
24:37 Entonces, espantados y atemorizados,
pensaban que veían espíritu.
24:38 Pero él les dijo: ¿Por
qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos
pensamientos?
24:39 Mirad mis manos y mis pies, que
yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni
huesos, como veis que yo tengo.
24:40 Y diciendo esto, les mostró
las manos y los pies.
24:41 Y como todavía ellos, de
gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis
aquí algo de comer?
24:42 Entonces le dieron parte de un
pez asado, y un panal de miel.
24:43 Y él lo tomó, y
comió delante de ellos.
24:44 Y les dijo: Estas son las palabras
que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que
se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos.
24:45 Entonces les abrió el
entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
24:46 y les dijo: Así está
escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase
de los muertos al tercer día;
24:47 y que se predicase en su nombre
el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén.
24:48 Y vosotros sois testigos de estas
cosas.
24:49 He aquí, yo enviaré
la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad
de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo
alto.
24:50 Y los sacó fuera hasta Betania,
y alzando sus manos, los bendijo.
24:51 Y aconteció que
bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al
cielo.
24:52 Ellos, después de haberle
adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
24:53 y estaban siempre en el templo,
alabando y bendiciendo a Dios. Amén.