En Los Estándares Coreanos, Park Min-gyu se hace eco de los cambios radicales que sufrió Corea gracias a la globalización.
Sus cuentos, que rozan el absurdo, abandonan la tradición realista que dominó toda la escena literaria de su país durante el siglo XX y se sumergen en las contradicciones delirantes de una sociedad que no tiene respiro. Su estilo fantástico y su ruptura con la tradición lo transformaron en un ícono vanguardista para las nuevas generaciones, que buscaban otras formas narrativas para hacerse oír.