Romek tenía 14 años cuando fue liberado del campo de concentración de Buchenwald. Después de haber visto el horror y el sufrimiento, fue destinado a Francia, y más adelante, a Canadá. Su historia es la de la esperanza. El día de su liberación prometió contar lo que había sucedido aquel año terrible de reclusión, y así ha dedicado su vida a la concienciación del Holocausto.

Al salir de Buchenbald, Romek volvió a la vida: había pasado parte de su infancia en uno de los campos de concentración nazis más crueles y aprendió demasiado pronto qué significa sufrir.

Había conocido la maldad humana en estado puro. Había visto lo que nunca antes ningún chico había visto ni debería ver. Y había sobrevivido…