Cardona va intercalando lo sucedido en ambos años en una analepsis perfecta. No son propiamente “flash back”, sino dos relatos diferentes que acaban por converger en la solución final. En la parte que concierne al verano de 1989, la autora relata en una larga exposición y con una narrativa costumbrista el ambiente vacacional, esas tardes de verano que transcurren despacio sin preocupaciones. Niños, juegos, profesores particulares y recuperación de asignaturas. El tiempo pasa lentamente entre el calor, los mosquitos, rastrillos y jardines soleados.

Pronto esa historia da paso a la segunda, la que ocupa el verano de 2016 y que es consecuencia de la anterior. La autora ya ha creado su escenografía y va deteniéndose en los personajes y en cómo éstos se interrelacionan creando un clímax perfecto. Desde el trasfondo de los hechos aparece una maldad incuestionable. Hay un creciente desasosiego cuando vamos intuyendo que todo va a cambiar y que lo que va a suceder no es nada bueno. A la par de lo propiamente negro del relato, Cardona profundiza en el tema filosófico que hemos mencionado arriba y que no tiene fácil contestación.

En los dos lados, la autora se inclina por examinar al detalle las circunstancias que concurren, pero el problema radica en que las mismas no son iguales para todos. Se trata de analizar la praxis más que la teoría, para llegar a la solución correcta. Uno de los personajes es el mejor ejemplo de la dificultad de la decisión cuando la acción lo sitúa, en dos momentos determinados a ambos lados de la disyuntiva. Cardona busca consensuar, busca el equilibrio, analizando las circunstancias mediante la aplicación del concepto de buena voluntad, dejando aparte subjetividades. Difícil.

Los dos lados es un buen ejemplo de novela negra. Muy ameno y que se lee con interés.