En la situación de Hill es visible que se destaca el interés por hacer una obra literariamente eficaz e atrayente sobre la intención de sorprender al lector con giros argumentales inesperados, y eso, contradictoriamente, y debido a eso que nos tiene acostumbrados la novela negra, resulta muy asombrosa.
La inesperada desaparición de David, un niño de apenas nueve años, hace que la ciudad de Lafferton recuerde sus peores pesadillas (los asesinatos relatados en Las distintas guaridas de los hombres).
Es evidente desde el primer momento que David ha sido raptado a primera hora de la mañana a la puerta de su casa, pero no tardan en circular las más funestas hipótesis acerca de los motivos y propósitos de quien haya llevado a cabo tal delito, que poco a poco parece estar extrañamente vinculado con el robo y contrabando de coches de gama alta.
Más allá del caso del niño desaparecido, y como sucedía también en buena medida en la primera entrega de esta serie, el interés de la novela está más en la perfecta construcción de los personajes (de los que el lector siempre está deseoso de saber más) y en las relaciones que establecen entre sí, que estrictamente en la resolución del enigma.
La primera parte de la serie protagonizada por el comisario Simon Serrailler.
el comisario Serrailler, que reparte su tiempo entre la policía y la pintura, cobra especial protagonismo la detective Freya Graffham, recién llegada a Lafferton procedente de Londres y que poco a poco (y con ella el lector) va conociendo a los habitantes de esta ciudad.
Su empeño en desvelar qué se oculta tras la desaparición de una mujer le pondrá en contacto con las prácticas médicas al margen de la ortodoxia, que no dejan de ganar adeptos, si bien sus prácticas son cada vez más oscuras y arriesgadas.
Sin embargo, será una nota añadida a un caro juego de gemelos hallado entre las pertenencias de una modesta enfermera desaparecida, lo que le pondrá en camino de descubrir a un asesino en serie.
LEER MÁSPor su parte, a Serrailler le tocará lidiar con la presión mediática e intentar que Lafferton no sea presa del pánico. Con elementos que pueden hallarse también en las novelas de Donna Leon o Alicia Giménez Barlett, Susan Hill despliega ante los ojos del lector todo un mundo rural del que aporta todos los matices y diversidad, para someterlos a continuación a una trágica y radical transformación por efecto del crimen.
Si a eso se añade una sabia contención de los datos, un acertado retrato de los terapeutas alternativos y un doble bucle en la resolución final, se explica perfectamente la calurosa recepción que esta novela ha tenido en Gran Bretaña tanto entre la crítica como entre los lectores.
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