—Me gustaría que tuvieras energía suficiente para decir a Doni lo que procede en estos casos. Y si tú no te atreves, al menos, cuando yo hable, hazme el favor de callarte. Pero tú no sé cómo te las arreglas, que tan pronto abro yo la boca para cantar verdades, tú saltas sacando la cara por la chica. Estimo, Bernardo…
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—Gracias, —dijo Doni—. En realidad no quisiera ni hacer uso de un dinero que perteneció a mis padres, ni de lo que ellos tienen. Me gusta vivir la vida a mi aire sin estar supeditada al mandato de los demás y si solicito ayuda, estaré sujeta a esa misma ayuda.
—Eso es lo esencial. No estar sujeta a nada.
Doni volvió la cara para mirarlo.
—Oye, Al, asunto sentimental, nada, ¿verdad?
Al se echó a reír con desenfado.
—Bueno, en realidad nunca se me ocurrió pensar en eso con respecto a ti, pero no estoy seguro de que un día te pida que seas mi íntima amiga.
—¿Sin amor?
Al volvió a alzarse de hombros.