La ineludible modernización de la región sirve de metáfora a la subterránea e inexorable transformación de la mujer.
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La ciudad sitiada relaciona la crónica de la transformación de São Geraldo, ciudad del interior en crecimiento en unos nebulosos años veinte, con el proceso de liberación de Lucrécia Neves, una mujer «sitiada».
En su inquieta trayectoria, Lucrécia intentó acercarse a una asociación de jóvenes, fue novia del agresivo Felipe y del bello Perseu, pero se casó con un próspero comerciante, Mateus. Fogosa como un caballo o inalcanzable como una estatua del parque, Lucrécia Neves, sobre los tacones de sus botines, a veces «andaba entre el equilibrio y el desequilibrio, otras se enderezaba sin moverse para no desmoronarse». Pero São Geraldo la asfixiaba.