Un especial exámen de la educación de hoy para animarnos a volver a una escuela en donde el saber apreciado y las prácticas soportadas por evidencias sean verdaderamente el eje. Porque con la escuela no se juega.
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Si la escuela, como dicen, está en crisis, no es porque sea una institución vetusta, sino por haber olvidado su noble función: la de reducir, en el mÃnimo tiempo posible y en el mayor número de alumnos, la distancia entre la ignorancia y el conocimiento poderoso.
Estamos viviendo unos tiempos pedagógicamente extraños y, en ocasiones, estrictamente estúpidos. Si estúpido es aquel que carece de una representación crÃtica de su ignorancia, bien merecen este tÃtulo quienes se jactan de fomentar el pensamiento crÃtico mientras aplican de manera poco crÃtica metodologÃas sin soporte empÃrico o, en algunos casos, con evidencias empÃricas que los impugnan. ¿Qué otro adjetivo merece el desprecio del conocimiento en los centros de enseñanza y el énfasis en la diversión y la felicidad por sà mismas?
LEER MÃSHoy, en los tiempos de Google, se insiste en que ya no hay conocimientos poderosos, sino buscadores potentes y competencias fluidas. Si es asÃ, los débiles quedan desamparados y la escuela, al perder los argumentos para defender su nobleza, intenta ocultar sus imperfecciones empeñándose en ser entretenida. Ahora bien, ¿esos niños que no hallarán en ningún sitio lo que no encuentren en la escuela, no se merecen algo más que una escuela divertida?
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