
- Señores del mundo
- El PrÃncipe Anunciado
- El destino de los reinos
Desde hace tiempo, los reyes de Kynán fueron los más fuertes y poderosos de todo el mundo. Por otro lado, la desaparición del anciano rey Belcentes, tras extenso y próspero reinado, desencadenará todas las rivalidades latentes, ocasionando una guerra que amenazará la presencia misma del reino.
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Aún el cielo estaba oscuro, a excepción de una mÃnima franja al oriente, que anunciaba el cercano amanecer. La amplia llanura apenas se podÃa distinguir a la tenue luz. El imponente silencio sólo se rompÃa por los graznidos de los buitres que poco a poco, iban llegando cada vez en mayor número, atraÃdos por los numerosos cadáveres. Pronto, las hienas y otras bestias carroñeras se unirÃan al festÃn.
Apenas unas horas antes, esa misma llanura silenciosa se encontraba sumida en el fragor de la batalla. Lentamente, la luz del dÃa desplazaba a la oscuridad. El dÃa se anunciaba claro y luminoso. Mirando el cielo, serÃa difÃcil adivinar que unas horas antes, el lugar estaba dominado por la espesa polvareda que levantaban los cascos de cientos de caballos y los pies de miles de hombres, y el aire lleno del hedor que producÃan el sudor y la sangre al mezclarse. Todo era quietud ahora, y las voces de los hombres habÃan sido sustituidas por las de las bestias.
LEER MÃSA través de la leve bruma del amanecer, tres figuras a caballo se movÃan como espectros entre tantos muertos. Los tres lucÃan cabellera rojiza y poblada barba. El mayor, que iba delante, mostraba ya algunos cabellos grises. Su porte era magnÃfico a pesar de su gesto de evidente pesadumbre ante el espectáculo que se mostraba ante él. Su casco y coraza dorados con elaborados grabados, asà como la riqueza de los arreos de su caballo, ponÃan bien de manifiesto que se trataba de un rey.
Detrás de él, cabalgaban a la par dos jóvenes que guardaban entre sà tal parecido, que muy bien podrÃan ser hermanos, aunque uno de ellos, un verdadero coloso, era mucho más corpulento que el otro. Sus armaduras y arreos no desmerecÃan a las del rey que les precedÃa, y sus semblantes reflejaban la misma pesadumbre.
El rey pronto darÃa la orden para que los cadáveres de sus hombres fuesen recogidos para ser honrados como merecÃan. Las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos del color del mar. Tantos valerosos jóvenes, tantas vidas una vez más desperdiciadas. En última instancia, su ejército habÃa ganado la batalla, impidiendo el avance de los enemigos, pero a qué altÃsimo precio. En el fondo de su corazón sabÃa que ésta tampoco habÃa sido la batalla definitiva. Los ejércitos se replegarÃan, cada bando procurarÃa rearmarse y nutrirse de nuevos hombres, y todo volverÃa a empezar. Cada vez más a menudo se preguntaba si habÃa merecido la pena tanta sangre derramada. Pero estaba atrapado en esta guerra que duraba ya diez años y cuyo fin nadie adivinaba. HabÃa obtenido una nueva victoria, sÃ. Pero el dÃa que amanecÃa no serÃa de gloria, sino de luto
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